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Publicado el 23 mayo, 2016 | por editor

Ganado: ¿cómo enfrentar de buena forma el invierno?

Los temas ambientales y su impacto sobre el bienestar y la producción de los animales estan cobrando cada vez mayor relevancia, no solo a nivel nacional sino mundial. El efecto del clima que el productor observa con más claridad e inmediatez es la falta de alimento o bien una merma en su calidad, pero el clima también afecta directamente a los animales modificando su comportamiento, metabolismo y uso de la energía consumida.

En Chile, un claro ejemplo han sido los últimos veranos (secos y calurosos), los que han generado una mayor preocupación por el tema del estrés por calor en el ganado bovino de leche. Sin embargo, los temporales de invierno con sus lluvias, fríos y fuertes vientos son mucho más frecuentes y nos han acompañado por un tiempo mucho mayor, transformándose probablemente en un mayor desafío para el animal y el productor. No osbtante esto, poco tiempo hemos dedicado a profundizar un su manejo. Si bien hay cosas que resultan obvias y que observamos al ver los animales expuestos a la lluvia (como por ejemplo la posición que adoptan los animales), hay otras que tal vez se desconocen, por ello bien cabe preguntarse el cómo los bovinos (leche y carne) se ven afectados por estos factores; y que podemos hacer para mitigar el impacto negativo que tiene el clima invernal en los animales y en su respuesta productiva.

LAS BAJAS TEMPERATURAS

Lo primero que debemos tener en cuenta es que los bovinos (al igual que muchos otros animales) requieren mantener su temperatura corporal dentro de un cierto límite (37,5 – 39,5 ºC), puesto que en este rango se optimizan los procesos metabólicos (reacciones bioquímicas a nivel celular). Alejarse de este rango implica una disminución del metabolismo y un aumento de los requerimientos de energía de mantención, como resultado de la búsqueda en alcanzar el balance térmico (rango de temperatura corporal).

En general los bovinos presentes en Chile (Bos taurus) se adaptan bastante bien a condiciones templadas-frías y se tienen el tiempo suficiente para aclimatarse no sufren mayores complicaciones, a diferencia de las razas cebuinas (Bos indicus) y sus cruzas (que se encuentran desde en el norte de Argentina y el resto de la zona tropical y subtropical del continente).

A diferencia de lo que se puede pensar intuitivamente cinco son las variables meteorológicas que determinan mayormente el ambiente térmico y el confort de un animal: temperatura ambiental, radiación solar, velocidad del viento, precipitaciones y humedad relativa. En el caso del periodo invernal podemos el efecto directo de las precipitaciones sobre los animales cobra mayor relevancia, particularmente las lluvias (y en menor medida la nieve). La lluvia moja a los animales y la presencia de viento favorece la rápida pérdida de calor, además la lluvia contribuye a la formación de barro, otro factor de relevancia en el invierno.

El barro también tiene un marcado rol en el balance térmico del ganado, ya que si el animal no tiene un lugar seco donde echarse terminará con el barro adherido a su pelaje. En esa situación se repite lo antes indicado para la lluvia por sí sola, es decir el animal seca ese barro con su calor corporal destinando parte de la energía consumida en la dieta para este propósito. Lo anterior resulta en menos energía para procesos de producción (leche o carne) y que además se refleja en menores temperaturas corporales, las que suelen medirse como temperaturas rectales, timpánicas o vaginales.

Si bien existe investigación internacional respecto del impacto del barro (por ejemplo los libros del NRC de carne y leche) cabe señalar que la realidad nacional es muy distinta, especialmente en la zona sur del país, donde la lluvia y el barro pueden permanecer por varios meses (abril a noviembre), mientras que en otros países como EEUU (en gran parte de ese país) de donde proviene mucha de esta información, las precipitaciones líquidas (lluvias) ocurren en la temporada de primavera-verano mientras que en los inviernos precipita prácticamente sólo nieve, lo cual cambia completamente el escenario pues el barro tiene una duración mucho menor a la que observamos en Chile.

ANIMALES EN RIESGO

Si cuenta con acceso a datos meteorológicos, por ejemplo al sitio www.agroclima.cl, podrá calcular el índice de confort térmico, el índice comprensivo del clima (CCI, de sus siglas en inglés) el cual es multiestacional. Este índice sirve tanto para ser utilizado en el periodo invernal como estival (Cuadro 1) y básicamente corrige la temperatura ambiental en base a tres variables meteorológicas: la velocidad del viento, radiación solar y humedad relativa, por lo que se expresa en ºC, una unidad con la cual estamos bastante familiarizados.

Con esta información es posible saber el riesgo al que están expuestos los animales (Cuadro 1). En estudios realizados en el 2015 en la zona Valdivia hemos validado este índice observando que cuando las categorías son de estrés “Medio” las temperatura timpánicas de los animales descienden respecto de la categoría “Normal”, por ello resulta ser una buena herramienta para determinar el estatus térmico del animal y su riesgo a estrés.

Cabe señalar que durante el invierno los animales aumentan su consumo de alimento, ya que necesitan generar más calor para tratar de mantener su temperatura corporal en el rango antes indicado. Sin embargo si bien comen más pero no producen más como se podría esperar. Estudios realizados en Canadá han demostrado que también en invierno disminuye la digestibilidad del alimento en 1% por cada 1,1 ºC de descenso de la temperatura ambiental desde la zona termo neutral. Asimismo, aumenta también la tasa de pasaje del alimento (velocidad de paso en el tracto digestivo), lo que explicaría la menor digestibilidad. Se debe señalar que cuando el ganado se ha adaptado adecuadamente al clima invernal tienen una digestión más eficiente que el ganado no ha tenido la oportunidad de adaptarse, o bien si cambio de las condiciones es abrupto. Como se sabe esta aclimatación gradual al invierno implica el desarrollo de pelaje más largo y grueso, y si existe suficiente alimento, un mayor deposito de grasa corporal subcutánea, lo que permite a los animales mejorar su aislación. Ambas estrategias contribuyen a mejorar el aislamiento contra el frío. Sin embargo, cuando al frío se le suma la lluvia y el viento el animal perderá calor y entrará en desbalance térmico, lo que se refleja en un descenso en su temperatura timpánica, así lo demuestran nuestros estudios en la zona sur de Chile (Figura 1). De estos tres factores, el viento cobra especial relevancia cuando el animal esta mojado o con barro adherido a su pelaje.

Si a lo anterior se suma una dieta pobre (con menor concentración energética), como suele ocurrir en el invierno, entonces esta caída de temperatura (balance térmico) será mayor y en muchos casos las ganancias de peso terminan siendo negativas. Así entonces animales mojados y expuestos a vientos moderados a fuertes se verán más afectados que animales que están en secos o protegidos con una buena cortina de viento. Los resultados de nuestros estudios realizados en la zonas de Temuco y Valdivia, respecto del impacto de dos niveles de energía metabolizable (26 y 18 Mcal EM/día) durante el periodo invernal sobre la ganancia de peso de novillos, demuestran que los animales presentaron ganancias inferiores a lo esperados en función de la energía consumida, observándose caídas de entre 45 a 55% en Temuco en el 2013; y de 25 a 48% en Valdivia en el 2015. Estas mermas en la ganancia de peso se explican mayormente por la combinación del clima (lluvia y viento), la formación de barro y el nivel energético de la dieta.

MEDIDAS

Una de las principales medidas que se debe adoptar es la proveer a los animales de un lugar seco (o con mínimo barro) en el que pueda echarse. Si hablamos de una engorda en potrero de sacrificio o corral, implica aprovechar pendientes naturales o bien fabricar un montículo en el potrerto, considerando uno 2,5 m2 por animal para que estos no esten sumidos en el barro. También es importante contar con un sistema de drenaje para la eliminación de la escorrentía de la lluvia, es decir sacar el agua del potrero o corral evitando la formación de pozas o charcos.

Una segunda medida es la de contar con cortinas cortaviento (naturales o artificiales), pues como se mencionó anteriormente el viento es un factor de gran relevancia en el invierno. Para ello se deben aprovechar los bosquetes naturales o bien evaluar la instalación de cortavientos, pero siempre pensando en alternativas de bajo costo. Cabe señalar que si los cortavientos son permanentes (fijos) podrían ser negativos durante el periodo de verano, donde lo que se busca es justamente refrescar a los animales.

Una tercera alternativa es la de modificación de la ración para mejorar el balance térmico de los animales. Nuestros estudios indican que la temperatura de los animales esta en estrecha relación con la cantidad de energía metabolizable consumida. Esto contradice lo que señala la literatura de que en invierno se debe privilegiar dietas más ricas en forrajes fibrosos que promuevan la generación de calor por la vía del calor de fermentación. Sin embargo estas dietas en general son de mayor costo porque implica agregar algun tipo de grano o subproducto.

Finalmente, si las condiciones son completamente adversas y la geografía de la zona implica que los inviernos son frecuentemente lluviosos y ventosos entonces se debe evaluar la factibilidad de construir una infraestructura de carácter permanente (por ejemplo galpones de engorda) en los cuales los animales pasen el invierno.

 


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