Publicado el 23 noviembre, 2015 | por editor
Avellana chilena: el corazón del primer laboratorio cosmético del sur de Chile
Uno de los obstáculos más frecuentes para los emprendedores de provincia es justamente la necesidad de realizar ciertos procesos de su cadena productiva en la Región Metropolitana, situación que, además de aumentar los costos, es un claro ejemplo de los alcances del centralismo.
Visualizando esta brecha, el empresario Arturo Campomanes, quien hace casi 20 años se dedica a la producción de aceite de avellanas, decidió instalar el primer laboratorio cosmético de alto riesgo ubicado fuera de los límites de la Región Metropolitana.
La tarea no fue fácil puesto que tuvo que cumplir con una serie de requisitos impuestos por el Instituto de Salud Pública (ISP), y después de varios años de trámites -más de seis-, finalmente logró la aprobación el año 2013, fecha desde que entró en funcionamiento oficial el Laboratorio Avellina Limitada.
Campomanes, quien hace una década decidió ampliar su giro y dedicarse a la producción de productos cosméticos a base de aceite de avellanas -bajo la marca Avellina-, planeó el laboratorio para crear él sus propios productos y no tener que depender de laboratorios de Santiago para su elaboración.
Sin embargo, con el correr del tiempo vio la necesidad de otros emprendedores locales, que al igual que él, debían recurrir a la capital del país en búsqueda de un laboratorio autorizado para elaborar sus productos. Es ahí cuando decide abrir su laboratorio prestando servicios a empresas de la macrozona sur, abarcando desde el Biobío hasta Aysén.
Al igual que Avellina, quienes ocupan sus instalaciones basan sus productos en la cosmética natural, usando principios activos tales como berries, miel, o plantas medicinales, entre otros.
HISTORIA
“Yo empecé a trabajar con la avellana chilena el año ‘98. Comencé a comercializar este producto en el extranjero, sobre todo hacia Europa, porque allá usaban este aceite para base de cosméticos. Es ahí cuando se me ocurrió elaborar un producto en Chile y comencé con un bloqueador solar”, relata Arturo Campomanes.
Es ahí cuando este emprendedor encarga a un laboratorio cosmético autorizado la elaboración del protector solar, el que gracias a sus propiedades fue adquirido por una compañía minera del norte del país, que la repartiría a sus trabajadores. Sin embargo, el laboratorio a cargo no respondió, y Campomanes se quedó con un contrato no cumplido y sin el bloqueador.
“Finalmente no pude cumplir, y ahí me decidí a hacer el laboratorio. En el ISP me dijeron que no tenía sentido, que mejor mandaba a hacer mis productos a Santiago. Comencé a construir este laboratorio, que son alrededor de 450 metros cuadrados”, cuenta este ingeniero comercial.
Es en este “peregrinar” como dice Campomanes, que un nuevo obstáculo se presentó a partir del año 2008, cuando en su planta de procesamiento de aceite de avellana -que hasta 2014 funcionaba de manera paralela al laboratorio- hubo un desprendimiento de terreno, que hizo que literalmente parte del cerro Mariposa cayera sobre las instalaciones. “Ahora sólo extraigo aceite para abastecer el mercado nacional, alrededor de 2 mil litros”, sostiene.
A pesar del impás, actualmente los 50 productos de Avellina son comercializados con éxito en todo el país -incluyendo el Aeropuerto La Araucanía- sobre todo en tiendas dedicadas a la cosmética natural. Con extractos naturales y sin parabeno, la gama incluye champú para distintos tipos de cabellos, bloqueador solar, bálsamo labial y alcohol gel, entre otros.
Al rededor de quince empresas son las que ocupan las instalaciones de Avellina, dentro de las que se encuentran productos tan novedosos como cosméticos hechos con calafate y con base en la miel.
“Estamos enfocados y comprometidos en dedicar toda nuestra experiencia y recursos de investigación para buscar el bienestar de las personas, además de vincular nuestro trabajo con el apoyo de las comunidades locales, que son a quienes les compramos las avellanas y otros insumos”, puntualiza el emprendedor.
Twittear